José Antonio
Recién entrado al Seminario Mayor, de Macael, nos cuenta su experiencia de la llamada de Dios.
Mi nombre es José Antonio García Guijarro, soy de Macael, un pequeño pueblo de Almería, tengo 18 años y estoy cursando mi primer año en el Seminario Mayor.
Mi vocación al sacerdocio, como la de cualquier otra persona, es un don que me ha dado Dios para servirle a Él y a su Iglesia. Esta llamada al sacerdocio ha ido aflorando en mi corazón y la he ido descubriendo a través de una vida ligada a mi parroquia.
Desde que tengo uso de razón, mi abuela me llevaba los domingos a misa. Ella me enseñó a amar a Dios y a esforzarme por seguir a Cristo. Pero llegó un día que cambiaría el sentido de mi vida por completo, el 8 de diciembre del 2010. Al terminar la misa, una mujer de mi parroquia se acercó a mí y me preguntó si quería ser monaguillo. Yo no sabía de qué se trataba, y perfectamente podía haber dado una respuesta negativa, pero decidí aceptarla y a los pocos días comencé a ayudar al párroco en la celebración de la Eucaristía. Durante mis primeros años de monaguillo empecé a tener el deseo de interesarme cada vez más por la figura del sacerdote, a la par que en mi cabeza se repetía frecuentemente una pregunta: “¿Y si soy yo sacerdote?
Esas dudas sobre mi futuro fueron incrementando en mi etapa de bachillerato, un punto de inflexión en mi vida, en el que me encontré profundamente confundido, pero la oración y la ayuda de mi familia y mis amigos fueron un instrumento de Dios para tomar una decisión firme.
"Dios me ha guiado y ayudado a resolver mis dudas para poder así dar el paso de entregarle mi vida de manera segura y certera"
En el Triduo Pascual del año 2022, con 18 años recién cumplidos, meditando los misterios de la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor, tuve un fuerte encuentro personal con Dios. En él, sentí una fuerte llamada de Jesús que me invitaba a seguirle entregando mi vida por medio del ministerio sacerdotal.
A lo largo de mi vida, he sentido inquietud por algunas profesiones, pero el Señor ha ido poniendo en mi camino personas y acontecimientos que me han ayudado a descubrir esa vocación que ha estado presente en mi corazón desde pequeño y que es la de ser sacerdote de Jesucristo. Mi proceso vocacional se puede resumir en unas breves y sencillas palabras: Dios me ha guiado y ayudado a resolver mis dudas para poder así dar el paso de entregarle mi vida de manera segura y certera.
Estoy agradecido enormemente con Dios por haberme dado un buen entorno para crecer y desarrollar mi infancia con la mayor alegría y cariño posibles. Me siento afortunado por recibir de Dios el sentido de la vida, el camino que lleva a todos a la felicidad plena que necesitamos en nuestras vidas. Sin Dios no somos nada y estoy agradecido de haberme encontrado con él.
Pido a Dios que me bendiga siempre y me acoja en su infinita misericordia y poder sentir en mi vida la intercesión de San José y de María, nuestra Santísima Madre. También pido al Espíritu Santo que ilumine mi etapa en el Seminario para que pueda aprender la sabiduría necesaria para poder llegar a ser un buen y santo sacerdote.