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SEMINARIO MAYOR DE SAN INDALECIO

La comunidad del Seminario Mayor de Almería está formada por jóvenes que cursan los estudios de Filosofía y Teología.

 

Durante todo el proceso de discernimiento que conlleva esta etapa formativa, los seminaristas van creciendo en las distintas dimensiones de la persona: humana, espiritual, intelectual, comunitaria, y pastoral.

 

La formación humana

 

La formación humana viene exigida por la necesaria asimilación de las virtudes propias del hombre y por la madurez humana. Los objetivos de la formación humana en el seminarista son:
 

  • En un seminarista han de aplicarse las normas de la educación cristiana.

  • La madurez humana es una realidad compleja y no siempre resulta sencillo precisar su contenido. Las características de la madurez humana son: el equilibrio y la armonía en la integración de valores y tendencia, suficiente estabilidad psicológica y afectiva, capacidad para tomar decisiones prudentes, dominio del propio carácter, etc.

  • Los seminaristas deben cultivar las principales virtudes humanas como la sinceridad, la fidelidad a la palabra dada, el equilibrio emocional y afectivo, etc.

  • El seminarista tiene que adquirir un conocimiento ajustado de su propia persona. Mucho contribuye a ello llegar a conocer la estructura y los aspectos más influyentes de la propia personalidad.

  • El seminarista debe adquirir una racionalidad analítica, crítica y constructiva.

  • Deberá aprender a conocer en profundidad al hombre concreto, intuir sus valores y dificultades y facilitar su acceso a la fe.

  • Debe desarrollar el sentido social y comunitario e integrarlo en su proceso de maduración personal.

  • Merece una atención especial la educación de la afectividad y de la sexualidad, como presbíteros, están llamados a vivir el celibato presbiteral. 

 

La formación espiritual

 

La formación espiritual unifica y fundamenta todas las demás dimensiones y objetivos de la formación del seminarista. Los elementos y medios de la formación espiritual en el seminarista son:
 

  • La comunidad del Seminario, con estilo de vida evangélica.

  • La vida litúrgica es el lugar en el que crece y se desarrolla la formación espiritual.

  • La Eucaristía como centro y fuente de la vida cristiana, personal y de la Iglesia.

  • La Palabra de Dios ha de ser leída, estudiada, y asiduamente meditada por el seminarista.

  • El seminarista irá configurando su espiritualidad al ritmo del año litúrgico.

  • Deberá ir iniciándose en el rezo de la Liturgia de las Horas.

  • El seminarista debe cultivar la oración personal, dedicando a ella un tiempo para adquirir el hábito, valorando el silencio interior y exterior.

  • El acompañamiento y la dirección espiritual individual también es muy importante.

 

La formación intelectual

 

Los estudios eclesiásticos tienden a que la fe de los futuros presbíteros se desarrolle en dos vertientes: la vivencia íntima y progresiva incorporación al misterio de Cristo, y la proyección apostólica, acción intraeclesial, misión evangelizadora y la presencia sacramental en medio del mundo.


Estos estudios se orientan a preparar pastores para nuestro tiempo, a la capacitación doctrinal absolutamente necesaria para afrontar hoy la misión sacerdotal. Deben favorecer una adhesión más plena a Jesucristo. La formación teológica y espiritual se refuerzan así mutuamente.


El estudio de la Filosofía y de las Ciencias Humanas y la formación de un pensamiento crítico son condiciones indispensables en la formación intelectual de los futuros sacerdotes. Los contenidos de las materias deberán tener en cuenta:
 

  • El ejercicio de la metodología científica.

  • El conocimiento humano en sus diversas formas.

  • La evolución del pensamiento, singularmente filosófico, a lo largo de la historia.

  • La cuestión del hombre y su comportamiento (antropología), de la realidad, del ser (Metafísica), de Dios (teodicea).

  • El análisis del hecho religioso y de su historia.

  • La lectura, comprensión e interpretación de la Sagrada Escritura y la visión de las grandes etapas de la Historia de la Salvación, cuyo centro y plenitud es Jesucristo.

  • Una introducción al hecho cristiano en su originalidad dentro de la Historia.

  • La capacitación para fundamentar razonablemente la fe y percibir los cimientos de la misma en la revelación cristiana.

  • La capacitación suficiente en las lenguas bíblico-teológicas para aproximarse a las fuentes.

 

La formación pastoral

 

La razón de ser del Seminario estriba en formar pastores. Todo debe apuntar a que el seminarista aprenda a reproducir el modo de vivir actuar de Cristo Pastor en el ejercicio del ministerio. La formación pastoral, por tanto, además de introducir en las actividades propias del presbítero como pastor, precisa el modo en que estas actividades han de realizarse, en función de la situación actual del mundo y de la Iglesia.


Como objetivos se busca capacitar a los seminaristas para estar atentos a los cambios que va experimentando la sociedad y la Iglesia. La inserción cordial en la diócesis requiere el conocimiento de la realidad diocesana y la experiencia de colaboración con los presbíteros.


La formación pastoral de los seminaristas comprende dos niveles complementarios: teórico y el práctico. El teórico incluye el estudio de la teoría de la práctica, es decir, las materias directamente relacionadas con el ejercicio pastoral. El práctico supone la realización y revisión de experiencias y acciones pastorales concretas. Como lugar para la experiencia pastoral sobresale la parroquia. Se tiene en cuenta para la formación que el seminarista debe formarse como pastor, ministro de la Palabra y ministro del culto. Se fomentan, entre otras, las actitudes de:
 

  • Búsqueda, cercanía y encuentro con las personas y con sus necesidades y problemas.

  • Diálogo profundo que posibilite la transmisión del Evangelio.

  • Colaboración y comunión, educándose para trabajar en equipo y evitando toda causa de dispersión, de manera que “haya unidad en le necesario, libertad en lo dudoso, y caridad en todo”.

  • Humildad para el servicio a los más necesitados y marginados de la sociedad.

La formación comunitaria

 

El Seminario es una comunidad cristiana ejemplar donde se realiza la experiencia de la vida de la Iglesia; el Obispo se hace presente en él a través del ministerio del Rector y de los formadores.
 

El Seminario reproduce la experiencia formativa y comunitaria que tuvieron los Doce Apóstoles con Jesús.
 

La formación para la vida comunitaria es un elemento básico de mutua relación entre las distintas dimensiones de la formación. El seminarista educa su sentido comunitario en esa comunidad peculiar que es el Seminario, no sólo porque toda educación cristiana se desarrolla en un ámbito eclesial sino también por la referencia a la Iglesia, propia y esencial, del ministerio pastoral al que está llamado.
 

La comunidad del Seminario habrá de ser acogedora, abierta y sensible para captar los problemas de los hombres de la sociedad y de la Iglesia.


La Eucaristía, el sacramento de la penitencia y las practicas de piedad deben ser elementos fundamentales dentro de la comunidad del Seminario.

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